Martha Sánchez

Óleo o acuarela: viviendo la bipolaridad

Por Marcela Novoa Ramírez

Bogotá, 1962. En esta fría ciudad, en la década del rock y la revolución cultural, nació Martha Lucía Sánchez Cristancho, una mujer cuya vida ha transcurrido entre lienzos, pinturas y arcilla. Ha pasado los años dedicada a sus dos pasiones: su hijo y el arte.

 

Nació, como se dice comúnmente, “con la vena artística”. Aprendió a dibujar, bailar y patinar a muy temprana edad. Se describe a sí misma como una artista integral, pues, además de pintar y esculpir, dedica su tiempo libre a escribir cuentos y poemas. Tiene un carisma que hace que el diálogo con ella se sienta como con alguien a quien se conoce de hace tiempo.

Desde pequeña estuvo decidida a hacer del arte su forma de vida. Estudió Dibujo y Artes Plásticas en el SENA y Bellas Artes en la Academia de Bellas Artes. Luego de terminar su carrera profesional se dedicó a dar clases. Ha sido profesora de artes plásticas en diferentes fundaciones y organizaciones sociales, pero la docencia no solamente la ha ejercido en el campo artístico, años atrás dio clases de patinaje y natación.

Fue profesora en la Universidad Nacional. Ahora tiene su propio taller y galería en casa de sus padres, desde donde vende sus obras y continúa transmitiendo su talento y conocimiento a otros. El arte es para Martha algo más que su trabajo.

–Es una forma de expresión a nivel emocional y estético-plástico –dice.

En su labor como docente, su principal alumno ha sido su hijo, Giovanny. Él tiene síndrome de Down y ella, a través de su amor y su trabajo, lo ha educado y le ha transmitido esa vena artística que posee.

Su talento, creatividad y pasión con que trabaja la llevaron a ser la ganadora del Concurso de cuento e ilustración Sin Barreras, en la categoría de Ilustración. Decidió ser partícipe del concurso junto a su hijo, quien se presentó en la categoría de cuento escrito.

Si años atrás le hubiesen propuesto que hiciera parte de una convocatoria como esta, ella se habría negado. Dice que era un poco escéptica con ese tipo de concursos, pero que, como a la mayoría, la pandemia la motivó a reinventar su trabajo y a abrirse camino en nuevos espacios. La ilustración con la que participó fue hecha en acuarela, aunque la mayor parte del tiempo trabaja con óleo.

Los aspectos personales y laborales de su vida han tenido lugar junto a una enfermedad con la que convive hace más de 20 años. Habiendo terminado recientemente sus estudios, Martha empezó a deprimirse sin razón, se convirtió en una persona aislada y perdió el interés por su trabajo y por ella misma.

–Sentía la necesidad de salir corriendo sin parar. Cuando uno no sabe que tiene una enfermedad, uno piensa que está loco –dice.

Fue diagnosticada con trastorno afectivo bipolar, una enfermedad que afecta a más de 40 millones de personas en el mundo. Tuvo que enfrentarse a diferentes crisis y al hecho de querer terminar con su vida, pero su hijo la mantuvo aquí, dice que él es su polo a tierra.

–La bipolaridad es la discapacidad más peligrosa y silenciosa –dice.

Tras recibir tratamiento y ayuda psiquiátrica, aprendió a vivir con la enfermedad. En una sociedad en la que suele desconocerse lo que implica realmente tener un trastorno mental, Martha dice que es importante que la ayuda psicológica sea la adecuada.

–Durante un tiempo estuve en terapias coloreando mandalas, cuando lo que necesitaba era ser escuchada y llorar junto a alguien. Toda la gente debería tener el coraje de ir a un psicólogo y aceptar su condición mental. Es como ir al odontólogo –dice.

Los medicamentos, la ayuda psiquiátrica y su familia han sido fundamentales para vivir una vida común. Así como la persona diabética se inyecta insulina para mantenerse estable, ella toma una pasta y asiste a terapia psiquiátrica para estarlo.

El arte nunca dejó de ser su pasión. No solo se convirtió en su trabajo, también en su terapia.

–Además del medicamento, el arte le ha dado tranquilidad a mi espíritu y a mi alma.

Conoce a los otros ganadores de Sin Barreras

Cristian Orozco

Un periodista cuentero​

Andrés Marulanda

Cómo contar historias con las manos

Sergio Araque

Seguro de sí mismo