La serpiente Draculavirus - Sergio Araque

La Serpiente Draculavirus

Por: Sergio Alejandro Araque Bello

Había una vez una serpiente grande y negra, de piel brillante y ojos amarillos. Tenía una lengua larga, alas con escamas y una cola llena de cascabeles que sonaban cuando se movía.

La serpiente se llamaba Draculavirus y vivía en una cueva esperando a las personas para atacarlas y morderlas con sus colmillos venenosos. En las noches volaba silenciosa sobre las casas y los castillos, contaminando el aire con el vapor que salía de su boca.

Los vecinos llamaron a un cazador de serpientes de nombre Súper Sergio:

–¡Ayúdanos, ayúdanos, auxilio, ya viene la serpiente!

Súper Sergio llegó con su uniforme verde, botas largas, un casco con linterna en la cabeza y armado con un palo y un machete. A Sergio lo acompañaban su hermano César y su sobrina Cami, quienes no querían matar a la serpiente. Entre todos hicieron una trampa con lazos para capturarla y llevarla a un zoológico para que, allí, le enseñaran a no contaminar ni atacar a las personas.

Pasaron los años y las personas volvieron a enfermarse, tenían fiebre, ojos rojos, tos, dolor de huesos, dolor de cabeza, no podían respirar y muchos murieron.

–¡Ayuda, ayuda, auxilio, llamemos a Super Sergio! Seguro también los mordió una serpiente.

Súper Sergio no encontró ninguna serpiente, pero las personas seguían enfermando.

–¡Calma público, calma público! Debe ser invisible la serpiente, debemos buscar información en la radio y en la televisión –dijo Súper Sergio.

Oyeron a la Alcaldesa y al Presidente cuando explicaban que se trataba de un virus muy malo, que solo se combatía lavándose las manos con mucho jabón, usando tapabocas y encerrándose en las casas. También decían que solo una vacuna podría salvarlos.

Súper Sergio corrió hacia los bomberos y, con agua y mucha espuma de jabón, inundaron las calles hasta la cima de los edificios. Las burbujas de jabón se confundían con las nubes. Todos en sus casas también lavaban sus manos y no salían a la calle.

Luego, Súper Sergio le dijo a su hermana Silvia que lo ayudara a llamar médicos amigos como Juliana, Oscar Fernando, Alfonso y Victoria, en quienes confiaba para organizar la batalla.

Entre todos reunieron un ejército muy grande de médicos vestidos de blanco y enfermeras vestidas de azul que marchaban por las ciudades con guantes, tapabocas, caretas y trajes especiales. Llevaban una milagrosa vacuna que todos se pusieron.

Súper Sergio, con su megáfono, invitaba a las personas a vacunarse y a aplaudir a los valientes médicos que mataban la serpiente invisible de colmillos infecciosos.

Y todos vivieron sanos y felices para siempre.

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