Andrés Marulanda

Sobre Andrés Marulanda y cómo contar historias con las manos

Por Joselin Cuartas B.

Nació en Medellín, la ‘Ciudad de la Eterna Primavera’, de las trovas antioqueñas y los bailes típicos. Allá donde las personas destacan por su ingenio, amabilidad y ‘berraquera’ para salir adelante, tal como lo ha hecho él: Andrés Felipe Marulanda.

 

Andrés tenía que trasladarse todos los días de un lado a otro. Su día iniciaba en la mañana cuando asistía a la primaria; luego en la tarde, iba a sus terapias, en las que lo hacían repetir cuentos, uno tras otro: el de las siete cabras, el de los tres cerditos, uno de un murciélago. Aquellos eran esfuerzos por tratar de enseñarle a oralizar; no aprendió tan pronto como hubiera querido; sin embargo, sus padres siempre lo apoyaron a seguirlo intentando.

Así fue como fortaleció la lectoescritura, pero aún no sabía lengua de señas. Estaba cursando sexto grado cuando, ya cansado del trabajo de fonoaudiología, decidió que no quería más terapias. Había entrado a estudiar en el Liceo Consejo de Medellín, estaba conociendo a más compañeros sordos y empezaba a ver que había un mundo para sordos, una comunidad de la que podía sentirse parte. Andrés tenía otra identidad.

Tiempo después empezó sus estudios técnicos en Producción de multimedia, desarrollo de páginas web, contenido digital y recursos informáticos, en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). Aunque intentó culminar sus estudios universitarios, se sentía abrumado por la cantidad de actividades; Andrés afirma que la situación en el Sena era diferente, pues allí contaban con un servicio de interpretación y tenían un enfoque diferente que le permitió graduarse como técnico y adquirir más experiencia a partir de los proyectos y prácticas.

Vivió en Medellín durante varios años y luego viajó a Bogotá. Desde entonces ha trabajado en diferentes lugares, como institutos nacionales y colegios en el área artística; actualmente se encuentra laborando en un servicio de apoyo a docentes, también está haciendo un diplomado en desarrollo web y un curso virtual en diseño y creación.

Los caminos que recorrió lo llevaron a encontrarse con la literatura. Al principio fue más bien una relación amor-odio, según relata Andrés, pues con la lectoescritura no había tenido mayor progreso; pero sabía que solo él era responsable de ello, así que decidió reconciliarse con ella a través de la imaginación.

Tal ha sido su progreso que hoy Andrés celebra orgulloso haber escrito y contado la historia de La Isla. Los movimientos de sus manos iban dibujando la historia en el aire, entre señas describía aquel lugar curioso, donde convivían culturas diferentes y la gente se comunicaba de formas diversas. Andrés había pensado durante días enteros cómo hilar la idea que rondaba en su mente, quería una historia que integrara la realidad y la imaginación.

Entonces pensó en una isla en Providencia, y empezó a leer y leer todo sobre ella. En su búsqueda iban surgiendo nuevas ideas sobre la lengua de señas, las culturas, las comunidades indígenas y sus viajes a diferentes lugares del mundo; quería hacer de esos pensamientos una historia.

Se acercaba el día de la entrega y Andrés tenía plan A, B y C… seguía indeciso. Ya era domingo y se agotaba el tiempo, clic clac, el reloj lo apuraba. Hizo lo que se había propuesto desde el principio, tomó elementos de aquí, de allá, y los convirtió en una historia, después la grabó, hizo la edición del video, haciendo cambios en los colores y efectos, y lo envió.

Las últimas horas antes de la entrega se habían ido pasando. Andrés imaginaba de todo, menos que su historia sería la ganadora de la primera edición del Concurso de cuento Sin Barreras, en la categoría de lengua de señas. Esto le ha dado un empujoncito para dar a conocer el trabajo que hizo y va a seguir haciendo para contar las historias en múltiples lenguajes y formatos. Quién quita se publiquen libros en lengua de señas y así los niños con discapacidad auditiva tengan más herramientas para sortear todos aquellos obstáculos y debilidades que él tuvo en su infancia. 

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